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Ciertas experiencias son incomunicables. El amor. No tiene sentido intentar explicar, por ejemplo, que fui más feliz en ocho meses con él que en los ocho años anteriores. O el momento terrorífico, (no falto de amor), de pensar: nos queremos tanto que está claro que no puede salir bien. O contar aquella vez que me dijo lo que sentía mientras le tiritaba la barbilla y mi peso le dormía la pierna. O aquella mañana que se fue mientras yo dormía y se hizo el ofendido. O el día que me prometió llevarme a una playa perdida. O blablablá. No importa. Nadie puede entenderlo.
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